lunes, 23 de abril de 2007

La Carpetania romana y los carpetanos
indígenas: Tribu, etnia, nación o el país
de los escarpes
Dionisio URBINA MARTÍNEZ
RESUMEN
Se intenta demostrar que las fuentes griegas y latinas, al mencionar regiones
o divisiones administrativas hispanas como Carpetania, hablan de una realidad
Tomana que no refleja el mundo prerromano. Estas entidades no constituyen tri-
bus o pueblos entendidos como grupos de especial cohesión social o política.
Los listados de ciudades de los textos como el de Ptolomeo, sólo contienen, por
lo general, los nombres de mansiones de las calzadas. El nombre de Carpetania
no se refiere a una unidad social, sino que es la adjetivación de una condición
geográfica, de modo que carpetanos son «los que habitan en los escarpes conti-
guos al río Tajo». Del mismo modo, las «gentilidades» no son unidades organt-
zativas indígenas sino menciones de nombres con un valor equivalente al de los
apodos en el mundo rural tradicional.
ABsTRACr
We try to demosntrate that latin and greek texts are talking about a roman
reality, dont referred to a praerroman world when they mention hispanic admi-
nistrative divisions or regions like Carpetania. These entities arent tribus or
«pueblos» as groups of a special social or political cohesion. Ihe catalogues of
cities like Ptolomeos frecuently content only the road stays names. The Carpe-
tanians arent a social unity but íhe adjectivation of geographical trait, in this way
the carpetanians would be the «preople who live on the cliffs near the Tajo
river». In the same way the gentilism (gentilitates) are relate to sobriquets (apo-
dos) or equivalent names of rural popular world, not with ancient indigenous
organizative units.
Gerión nfr 16 1998 Servicio de Publicaciones Universidad Complutense. Madrid.

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1. Cuando se nombra a los carpetanos nos viene inmediatamente a la
mente la imagen de un pueblo prerromano, sin embargo, cuando se dice
Carpetania, se piensa a la vez en una comarca indígena y en un distrito
romano. Ambos, pueblo y distrito, han ido juntos y, a veces revueltos, en
la historiografía moderna, aunque los trabajos que tratan específicamen-
te sobre Carpetania o los carpetanos no son muchos.
Estos estudios se pueden dividir en tres apartados o bloques temáti-
cos. De un lado la caracterización cultural de la región, realizada desde la
arqueología, con un componente positivista (se organizan a modo de
catálogo o recopilación de los datos de una comarca), o con el añadido de
la etnología o las teorías antropológicas que un día se llamaron «teorías
culturales». De otro, la delimitación del territorio y su estudio a la luz de
los textos griegos y latinos listados de ciudades en su mayoría. Y final-
mente aquel conjunto de trabajos agrupados bajo la denominación
común de «indigenismo y romanización».
Los repertorios arqueológicos comienzan con la obra pionera de Fui-
dio sobre la Carpetania romana 1 Por aquel entonces pocos datos se tení-
an para la Edad del Hierro, y aún los romanos eran escasos y fragmenta-
rios, de modo que sólo servían de complemento a las referencias de las
fuentes y la epigrafía. La historiografía se centraba en encontrar tos fósi-
les guía de las invasiones germanas, identificados en las cerámicas a
mano incisas y excisas, difíciles de encuadrar a pesar de la correcta sis-
tematización de Cabré 2
Ya desde entonces, los carpetanos aparecen como el resultado de un
mestizaje diferenciado del celtibero. Para Bosch Gimpera: Los carpeta-
nos de la ¡-egión Madrid-Toledo y Alem-rio-Mancha pat-ecen el ctuza-
miento de un grupo de tradición capsiensón do)». Noticiario Arqueológico Hispánico 7 Madrid. 1979. 0 los más recientes: A. García
y M. Encinas. «La necrópolis de la Edad del Hierro de ƒLas Esperillas Santa Cruz de la
Zarza». Carpetania 1. Toledo, 1987. J. Carrobles y ci. Ruiz Zapatero. «La necrópolis de la
Edad del Hierro de Palomar de Pintado (Villafranca de los Caballeros, Toledo)». Actos 1
Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo. Dip. Prov. Toledo 1990.
6 S. Valiente Cánovas. La 11 Edad del Hierro en el Valle Medio del Tajo. Tesis doc-
toral Madrid, U.A.M. 1987 (Inédita).
MA C. Blasco y 3. Barrio. «Las necrópolis de la carpetania» Congreso de Arque-
ología Ibérica. Los necrópolis. U.A.M. 1991. Madrid 1992.
8 M. Almagro Gorbea. «La iberización de las zonas orientales de la Meseta». «Sim-
posium Internacional Origins del Món Ibéric>. Ampurias 38-40 Barcelona 1977. M.C.
Blasco. «Etnogénesis de la Meseta Sur». «Paleoetnología de la Península Ibérica».
Complutum 2-3. 1989. Madrid 1993.

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no sean los más apropiados dada su pequeña extensión), con una gran
importancia económica de la ganadería, y como a ganaderos corresponde,
la población se distribuye en ciudades, aldeas y castillos campestres que
parecen corresponder a los existentes en las poblaciones pastoriles actua-
les de los paises esteparios, que se agrupan alrededor de una fortificación
mayor o menor que sirve de almacén y que están organizadas siguiendo un
sistema patriarcal de jerarquías hereditarias... Muchas de las ciudades
carpetanas se hallaban asentadas en riscos y escarpaduras con cuevas
naturales o ar4ficiales que servían a la gente de mansiones...
Las generaciones de arqueólogos e historiadores de la primera mitad
de siglo debatieron largamente las invasiones célticas, que quisieron ver
en las cerámicas Hallsttaticas. Hoy nosotros debatimos la llegada de las
producciones a tomo, igualmente como fósiles guía, pero ahora de otra
corriente, esta vez venida del Sur o del Levante, de manos de los fenicios.
No obstante, hay algo que no ha cambiado, y es el siglo ví a.C. fecha
ayer de las supuestas invasiones «celtas», fecha hoy del comienzo del
torno fenicio en Carpetania o la Meseta Sur.
Mientras tanto, sólo nos queda como especifico de esta comarca, la
atribución estilística de unas peculiares decoraciones cerámicas, llama-
das engobes a brocha, a cepillo o jaspeados (imitación de madera) 10 o,
más tarde, la combinación de la pintura con las estampillas, un relieve
orientalizante en tapial y ciertas peculiaridades en los ritos de enterra-
miento. Porque se desconocen las secuencias de su cultura material, ya
que, paradójicamente, éstas están basadas casi por entero en una larga
lista de hallazgos de necrópolis: Bogas, Madrigueras, Esperillas, Villa-
franca, vistosos, eso sí, pero carentes de contexto por definición ~.
La delimitación del territorio de los carpetanos era (¿es?) capítulo
obligado en las distintas obras generales e Historias de España. Estas
delimitaciones se basan en los listados romanos de ciudades conjugados
con una lógica geográfica a la que es inherente el horror vacui, de modo
que el ejercicio se reduce a trazar hipotéticas líneas divisorias bisectrizes
entre las ciudades extremas de los distintos pueblos que mencionan las
fuentes romanas y rellenar los huecos.
9 J. Cam Bamja. Los pueblos de España. 1946. Barcelona. Ed. Istmo. 1981 p. 282 y 291.
lO S. Valiente y L. Balmaseda. «Hacia una delimitación de la Carpetania en la Edad
del Hierro» Homenaje al Profesor M. Almagro Bosch. T 1 Madrid. 1983.
Se trata de las excavaciones mencionadas en lan. 5: Llopis y LLopis, García y Enci-
nas Carrobles y Ruiz y M. Almagro. Lo necrópolis celtibérica de «Los Madrigueras»
(Corrascosa del Campo Cuenca). Biblioteca Praehistórica Hispánica X Madrid 1969.

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El interés por la identificación de las ciudades se inicia en el Renaci-
miento y abarca toda la Edad Moderna y el siglo xix. Se basaba en la
similitud fonética de los nombres latinos con nombres de ciudades y pue-
bIos actuales. Muchas obras se hacen eco todavía de esta larga tradi-
ción ¡2, La historiografía nos ha legado unas listas de ciudades que defi-
nen el territorio de Carpetania. Estas listas se basan casi por entero en los
datos exclusivamente romanos de Plinio y Ptolomeo, junto a los itinera-
rios de Antonino y Anónimo de Rávena, y en menor medida las frentes
sobre la conquista aportadas por Livio y los griegos Apiano, Polibio y
Diodoro. De todas ellas la más completa es la de Ptolomeo, que por sí
sola sirve para definir la carpetania ~. La siguiente lista es un ejemplo de
las reducciones que se han venido ofreciendo de las ciudades carpetanas.
Ptolomeo Tradicional Alternativa Montero Vitores
Caracca
Compluto+ Plinio
Tituacia
Toletum+ Plinio
Carabaila
Ceno del Viso
Cortijo Requena
Toledo
Albarilla (Guad.)
Alcalá de Henares
Bayona de Tajufia
Toledo
Corral Almaguer
Ceno del Viso
Cerrón (Illescas)
Toledo
Libora
Alternia
Barnacis
Egelesta+ Plinio
Ilarcuris+ Plinio
Ilurbida + Plinio
Ispinum
Mantua
Talavera la Vieja
Arganda
Uceda
Iniesta
Alarcos
La Orbiga Tal Reina
Yepes
Villamanta
Talavera Reina
Alcázar San Juan
Illescas
Horche
Malpica de Tajo
Espinoso del Rey
Cifuentes
Cuerva
Bogas-Mora
Quero
Villaviciosa Odón
Arganda
Puebla Montalbán
Mora
Riánsares
Metercosa
Paterniana
Madridejos
Pastrana
Méntrida Emb. Turleque
Sierra Pocito
Rigusa
Thermida
Brihuega
Trillo Tiermes
Herencia (C Real)
Trillo
Varada
Laminio+ Plinio
Plinio
Barajas de Melo
Lagunas Ruidera
Vallecas
Alhambra
Brea de Tajo
Lagunas Ruidera
Consabura
Mansiones
Consuegra Consuegra
Alce
Arriaca
Miaccum
Murum
Alcázar 5 Juan
Guadalajara.
Arroyo Meaques
Villacentenos
Campo Criptana
Córcoles
Casa de Campo
Zubacorta
Vicus Cumtnanus Sta Cruz Zarza Dosbanios-Ocafia
¡2 M.A. Rabanal y J.M. Bragado. «Fuentes antiguas sobre Carpetania». Simposio
sobre Toledo y Carpetania en la Edad Antigua. 1986. Toledo, 1990. A. Tovar. Iberische
landeskunde. 111. Tarraconense. Baden-Baden. 1989.
13 J~ Montero Vitores. «La Carpetania en Ptolomeo». Simposio sobre Toledo y Car-
petania en lo Edad Antigua. 1986. Toledo 1990.

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Las demás fuentes han matizado las fronteras sobre la base de las ciu-
dades de los itinerarios u otras manifestaciones como verracos y cerami-
cas jaspeadas, o contenidos de la epigrafía romana como gentilidades,
cultos indígenas, etc. 14 Allí donde los límites no pueden precisarse se
recurre a los accidentes naturales, estirando la región hasta que llegue a
tocarse con sus vecinos vettones, oretanos, celtiberos.
Cuando la Carpetania, definida desde las frentes romanas, intenta ade-
cuarse al pueblo indígena de los carpetanos, las contradicciones emergen,
pues entonces entran en juego las ciudades mencionadas en los textos sobre
la conquista: Aebura, Alce, Dipo, Contrebia, que más tarde desaparecen.
Este hecho se explicado de maneras diversas, pero pocos son los trabajos
que anteponen estas fuentes más tempranas a los listados de Ptlomeo 15†
En el tercer apartado se encuentran aquellas obras con el denominador
común del apelativo «indigenismo y romanización» I6~ Son estos trabajos
en general una recopilación de fuentes romanas, que comienzan por el peri-
odo de la conquista de Carpetania, y engloban después las manifestaciones
romanas, especialmente las contenidas en la epigrafía, valorando el indige-
nismo como un fenómeno de la romanidad. Se trata en definitiva, de laCar-
petania y los carpetanos vistos desde los textos escritos y epigráficos. No
se analizan los sistemas de poblamiento ni se profundiza en la estructura
del hábitat indígena y el impacto que supuso la conquista romana sobre él,
para observar las transformaciones de la re-estructuración romana.
2. En los textos griegos y latinos los carpetanos aparecen en realidad
esporádicamente. Estrabón los nombra 8 veces, siempre en contextos
geográficos muy genéricos, cerca del Tajo (III, 2.4, 3.1 y 4.13) o vecinos
de vettones y vacceos (III, 1.6,2.1,3.2,3.3 y 4.12). Plinio sólo los cita 4
~ J.M. RoldAn Hervás. [1968-9] «Fuentes antiguas para el estudio de los Vetones».
Zephyrus. ¡9-20, Salamanca, 1968-9. M.P. González-Conde. «Elementos para una delimi-
tación entre Vellones y Carpetanos en la provincia de Toledo». Lucentum. 5. Alicante, 1986.
~ A excepción de M. 1‚. González-Conde. «Los pueblos prerromanos de la Meseta
Sur». Paleoetnología de la Península Ibérica. Complutum 2-3. 1989. Madrid, 1993; que,
a consecuencia sólo reconoce las ciudades de: Alce, Caracca, Complutum, Consabura,
Contrebia, Dipo y Toledo.
16 M. Salinas. «Indigenismo y romanización de Carpetania». Studia Histórica, IV-V.
Salamanca, 1986-7, e «Indigenismo y romanización de Carpetania. Aspectos socio-econó-
micos de Castilla-La Mancha en la AntigUedad». ¡ Congreso de Historia de Castilla-Lo
Mancha. 1985, Ciudad Real 1988. M. E González-Conde. Romanidad e indigenismo en
Carpetania. Alicante. 1987. L. Prados et al. «indigenismo y romanización en Carpetania.
Bases para su estudio». Simposio sobre Toledo y Carpetania en la Edad Antigua. 1986.
Toledo, 1990. M. Fernández-Miranda et a]. «Indigenismo y romanización en la Cuenca
Media del Tajo». Actas ¡ Congreso de Arqueología de la provincia de Toledo. Toledo, 1990.

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veces, también de manera muy poco específica: como cordillera (III, 6),
región rica en cominos (XIX, 161), junto al Tajo y a vettones y vacceos
(III, 19), y para decir que Toledo hace su «cabeza» (III, 25).
Plinio (III, 24) menciona las comunidades de los complutenses (Com-
pluto), carenses (¿Caracca?), iluberitani (¿Ilurbida?), e ilursenses (¿llar-
curis?). en el convento Caesaraugustano que, a priori, podrían ubicarse
en la Carpetania. En el convento Cartaginense nombra a los consabu-
rrenses (Consabura), los egelestani (Egelesta), los laminitani (Lami-
nium), los segobrigenses (Segóbriga), que hacen la «cabeza» de la Celti-
beria y los toletani (Toletum), que forman la «cabeza» de la Carpetania.
Sólo se especifica con detalle que Toledo es carpetana: caput Carpe-
taniae. Este texto ha servido para hacer de la ciudad del Tajo la capital de
esta región 17, traduciendo, creemos que de forma equivocada, caput por
«capital» cuando su sentido ha de ser «extremo» ya que sería difícil man-
tener, en la misma línea de razonamiento, que Segóbriga era la capital de
la Celtiberia.
Las ciudades atribuibles a Carpetania se reparten entre dos conventos
jurídicos de las listas plinianas, lo que dificulta la correcta interpretación
o el sentido de la Carpetania como espacio geográfico en el mundo roma-
no. Las ciudades de la obra de Plinio no coinciden con las de las listas de
Ptolomeo.
Las primeras referencias a los carpetanos vienen de la mano de la incur-
sión de Aníbal en el año 220 a.C. (Polib. III, 14 y Liv. XXI, 5). Aníbal
somete a los olcades en 221 tras la toma de su ciudad más fuerte: Alt hea.
Al año siguiente llega hasta Helmantica y Arbucala de los vacceos, y a la
vuelta le cierra el paso en el Tajo un ejército de carpetanos junto con sus
vecinos excitados por los olcades y los salmantinos que se habían salvado.
Serán derrotados por Aníbal y las ciudades carpetanas saqueadas, además
de la imposición de un tributo en hombres y especies.
Una escueta cita de Liv. (XXI, 11, 13) nos informa que los carpetanos
y los oretanos en el año 218 capturan a los reclutadores cartagineses a
causa de la dureza de las levas. Ese mismo año 3.000 carpetanos que mar-
chaban en el ejército de Aníbal, se niegan a cruzar los Pirineos y regre-
san a su país (Liv. XXI, 13, 4-6). Polibio (X, 7.5) señala que ocho años
más tarde los carpetanos aún guerrean contra los cartagineses, puesto que
un hermano de Anibal se encuentra asediando una ciudad.
~ D. Plácido, et al. «Toletum». Conquista romana y modos de intervención en la
organización urbana y territorial. Elche, 1989. Dialoghi diArcheologia, 1-2, 1992.

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Todo el peso de la maquinaria militar romana cayó sobre las zona de
Toledo entre los años 193 y 181 a.C. Cerca de Toledo se produce una bata-
lla donde aparecen unidos vacceos, vettones y celtiberos (Liv. XXXV, 7,
8), junto al rey Hilerno. De nuevo los vettones acuden en auxilio de Tole-
do (XXXV, 22, 7-8). Junto a Dipo y Toledo luchan ahora celtiberos y lusi-
tanos (XXXIX, 30); otra vez contra los celtiberos se lucha en Aebura de
la Carpetania (XL, 30, 2-3), y finalmente el ejército romano atraviesa Car-
petania desde Aebura a Contrebia (XL, 33. 1), desde donde desbarata una
coalición celtibera. Dos años más tarde, Graco toma una ciudad que los
celtiberos denominan Certima y finalmente Alce (XL 47-9), donde se
halla la guarnición celtibera con los hijos del reyezuelo Thurro.
El siguiente grupo de citas pertenece a Apiano y se refieren a las gue-
rras lusitanas y celtiberas de mediados del siglo II a.C. En 146 Viriato (Ib.
64) saquea la Carpetania a la que se define como un país rico, al parecer
agrícola (con olivos incluidos), ya que Viriato exige el valor de las cose-
chas bajo amenaza de destruirlas. Los cuarteles de invierno no parecen ubi-
carse en Carpetania puesto que el cuestor Plaucio no sale de ellos mientras
Viriato devasta Carpetania. El caudillo lusitano llega de nuevo a Carpeta-
nia destruyendo todo a su paso (Ib. 70). En 151 a.C. Lúculo ataca Coca, el
pretexto era que la ciudad (Apiano la considera vaccea, y a éstos una tribu
celtibera) había molestado a los carpetanos (Ib. 51). Finalmente en 135 a.C.
ya muerto Viriato, los romanos, centrados en la guerra contra Numancia,
establecen los campamentos de invierno en Carpetania (Ib. 83).
Se atribuye a Carpetania la ciudad de Caraca, pueblo de cuevas so-
metido por Sertorio (Plutarco, Sert. XVII). Los carpetanos no vuelven a
aparecer como tales sino ya con Plinio o en las relaciones de Ptolomeo.
3. Se ha discutido la identificación de la Aebura carpetana con la
Libora de Ptolomeo así como la de Arriaca del Itinerario de Antonino con
la Caracca de Sertorio, para las que no existe otra base que la similitud
del nombre. Por lo demás, las ciudades carpetanas o de sus alrededores
como Dipo, Contrebia, Noliba, Cusibi, Alce, Certima, desaparecen en los
textos posteriores. De los textos sobre la conquista sólo se mantienen las
ciudades que llegarán a ser más importantes con los romanos: Toledo,
Ercávica, Compluto..., junto a otras nuevas fundaciones: Caesarobriga,
Augustobriga. Valeria, Segobriga. -. ¡8
Este hecho parece evidenciar unos profundos cambios en los sistemas
de poblamiento. La mayoría de las ciudades importantes en Nuestra Era no
¡8 M.P. González-Conde. 1993 Op. cit.

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Lo Carpetanio romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnia, nación... 191
lo eran antes, son fundaciones ex novo. Tan sólo Toledo y Consuegra tíe-
nen núcleos indígenas al lado, en los cerros de pequeño tamaño a cuyos
pies se extiende la urbe romana, bien defendidos, como dijo Livio a pro-
pósito de Toledo: parva urbs sed loco munito. La relación del resto de las
ciudades romanas más importantes con los núcleos prerromanos de sus
alrededores (incluida la Compluto indígena que todavía nadie ha encontra-
do), es la historia de la conquista y los modos de intervención romana en
Carpetania, historia que todavía no se ha comenzado a escribir !9
Sin embargo, se continúan utilizando como referencia de la Carpeta-
nia prerromana las fuentes posteriores. Aceptar una correlación directa
entre las áreas territoriales y las ciudades romanas y prerromanas signifi-
ca minimizar el efecto de la conquista y la colonización romanas, efectos
que no deben ser minimizados en absoluto. Ya en las propias fuentes
existen referencias a desplazamientos de pueblos realizados por los
romanos, como los lusitanos trasladados al Sur del Guadiana (Estrabón
III, 1.6) y la más radical desaparición de los olcades, entre otros muchos
pueblos que no volverán a mencionarse o que nunca se mencionaron.
Aparecen pocos pueblos nuevos en frentes pretendidamente más exhaus-
tivas o detalladas que Estrabón, y sin embargo, éste autor afirma explíci-
tamente nombrar sólo aquellos más conocidos (III, 3.3).
Tal y como la arqueología está poniendo de relieve, se desmembró
por completo el sistema de asentamientos y relaciones entre ellos, el sis-
tema territorial y político, creando otro orden nuevo dentro del cual esta-
ba incluida una nueva percepción geográfica: la del triunfador, la de
Roma, que es la que ha llegado a nosotros 2O~ Pero no se trata de aceptar
que en ese nuevo sistema encajaban unos pueblos y otros no, sino admi-
tir que en las frentes romanas no se citan todos los pueblos prerromanos,
ni es esa su intención. El propio Estrabón afirma: En regiones conocidas
y famosas se pueden saber los movimientos de población, las divisiones
territoriales, los cambios de nombre y otras circunstancias análogas,
porque de ello puede informarse mucha gente, principalmente los héle-
nes. Mas cuando se trata de regiones barbaras y lejanas, pequeñas y sub-
divididas, los informes son ya poco seguros y escasos... (III, 4.19)† Los
~ Algunos indicios en D. Urbina, M. Lo Segunda Edad del Hierro en la Cuenca
Media del Tajo. Un estudio de Arqueología Espacial en la Mesa de Ocaña. Tesis Docto-
ral Universidad Complutense de Madrid. Toledo. E.p.
20 Ibidem.
21 Traducción de A. García y Bellido. España y los españoles hace Dos mil años.
Seg¡Sn la Geografía de Estrabón. Madrid, 1986, 9.‚ ed.

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programas de colonización y ordenación del territorio comenzados por
César y continuados por Augusto, afectan todavía más profundamente y
distorsionan todavía más la realidad indígena. Augusto, por ejemplo, al
dividir Italia, omitió los pueblos menos importantes.
Las fuentes son poco precisas de todos modos a la hora de definir los
territorios. Apiano, en dos de las cuatro referencias que dedica a los car-
petanos los relaciona con el río Tajo: Lúculo cruza el Tajo hacia Coca (Ib.
51), Viriato saquea Carpetania y cruza el Tajo hacia el Monte de Venus
(Ib. 64). Plinio, repite en dos de las cuatro ocasiones que cita a los carpe-
tanos, se ubicación junto al Tajo (III, 19 y 25). Polibio, también menciona
los carpetanos en relación al río Tajo (III, 13-14). Livio describe la bata-
lla del Tajo contra Aníbal y siempre está presente este río junto a las ciu-
dades de Aebura, Dipo y Toledo. Cuando se llega a Carpetania se llega al
Tajo, y para salir de ella, como Lúculo hacia Coca, como Viriato al Monte
de Venus, hay que cruzar el Tajo, ya se vaya hacia el Norte o hacia el Sur.
No deja de extrañar el hecho de que sólo se mencione el río Tajo, y no
el paso de otros accidentes naturales como las montañas del Sistema Cen-
tral, por ejemplo, de una mayor dificultad. Da la impresión de que estas
regiones no eran muy bien conocidas, o no existía interés en detallarías.
Ningún autor antiguo pretendió ser exhaustivo. Los cronistas, en general,
mencionaron sólo aquellos pueblos que tuvieron un mayor contacto con
Roma, ya sea por su importancia económica, estratégica, por la dificultad
de su conquista, o porque existía algún interés en resaltar u ocultar un pue-
blo. En definitiva, en sus obras, no se menciona un espacio físico, sino ide-
ológico 22. .Romans generals and Greek intellectuals only those ethnic
names that they wished to remember. . .once an ethnic group Izad been defe-
ated by, or surrendered to, Rome, they were compelled to define for their
con querors tite limits of their rural territory. Tha¿~ wereforced …perhapsfor
thefirst time… to envisage in very precise temis their micro-world23.
Llama la atención la falta de alusiones concretas a los carpetanos en las
fuentes sobre la conquista, las citas en realidad se refieren a Carpetania,
como lugar en donde los romanos luchan contra los vacceos, celtiberos, vet-
tones y lusitanos. Las referencias geográficas de la Carpetania se concretan
en ciudades específicas: Aebura, Contrebia, ¿Certima?, ¿Munda?, Alce,
22 p Jajmi I.a mappa e il periplo. Cartografia antica e spazio odologico. Roma, 1984.
23 J.C. Edmonson. «Creating a provincial landscape: Roman imperialism and rural
change in Lusitania». En JO. Gorges y M. Salinas. (eds.) El medio rural en Lusitania
romana. Formas de hábitat y ocupación del suelo. Actas Meso Redonda internacional.
Studia Histórica. Historia Antigua, 9-10. Salamanca, 1992-3, p. 27.

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Dipo y, especialmente, Toledo. Livio no da una nomenclatura específica
sino que las denomina indistintamente urbs, u oppida, añadiendo adjetivos
a Certima praevalida y a Toledo parva urbs, de la misma forma que los dis-
tintos pueblos son llamados «tribus», «gentes» e incluso hispanos; sólo a los
de Toledo les aplica el adjetivo toletani.
Estas características han dado lugar a varias interpretaciones desde las
que incluyen a los carpetanos dentro de la designación genérica de celtibe-
ros ~, a las que aceptan su desaparición tras las guerras cartaginesas. Apa-
recerían ahora como aliados de Roma, siendo por ello atacados por sus veci-
nos 25, o bien las escasas referencias a los carpetanos después del siglo II a.C.
inducirían a pensar en su disolución como unidad sociocultural 26~ La auto-
ra cree que esa fragmentación determina la postura de este pueblo frente a
la conquista romana, siendo campo de batalla o lugar de paso de otros pue-
blos: celtiberos y vettones o romanos. Gónzalez-Conde considera a los car-
petanos como un grupo de «civitates» y «gentes» que poseen unos lazos cul-
turales comunes pero sin cohesión política, ello explicaría las referencias
clásicas a toletani, complutenses, etc., en el sentido de pequeñas unidades
celulares y no como ciudades integradoras de una etnia 27 Pero, ¿acaso no
son eso mismo todos los grupos prerromanos de la Península citados en las
fuentes, que nosotros traducimos erróneamente por «pueblos» otorgándoles
además nuestro sentido moderno del vocablo «pueblo»?
El propio Plinio aporta un dato revelador a este respecto: Los arevacos
recibieron su nombre del río Areva (III 27). El cronista no está hablando de
un «pueblo» o de una «tribu», no está hablando de una unidad política, está
aplicando un adjetivo a un grupo de gentes, de la misma manera que hoy
llamamos «veratos» a los de la comarca de la Vera, «alcarreños» a los de
la Alcarria, o «manchegos» a los de la Mancha, sin que ello suponga que
sean considerados como una «etnia», tribu o grupo político, o la hayan sido
anteriormente, son, sencillamente, las gentes que viven en una comarca y
que comparten cualidades culturales en función de la proximidad geográ-
fica y de la similitud de su adaptación a un medio semejante 28,
24 M. E González-Conde. 1987. Op. cit. n.a ís.
25 M. Salinas. 1986-7. Op. cit. n.0 16
26 M. E González-Conde. 1993. Op. cit n.0 16.
27 M. P. González-Conde. 1987. Op. cit. p. 19.
28 La consideración de que el nombre de un pueblo se corresponde con una región
natural, un lugar geográfico antes que con sociedades humanas estructuradas, se aplica
también a los oretanos en una obra reciente: R. López Domech. Lo región oretana.
Estructuras indígenas y organización romana en la Alta Andalucía. Murcia, Anejos de
Antiguedad y Cristianismo, III, 1996.

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No sólo el nombre de accidentes geográficos se aplica por extensión
a un gmpo, también por otras características como su habilidad con la
honda cual es el caso de los baleares (Polibio III, 33, 11), cuya traduc-
ción es honderos, o derivados del nombre de una ciudad en donde asen-
tamiento y grupo son homónimos, como los Túrdulos de Túrdula, Cesse-
tanos de Cesse, Bastetanos de Basti, etc.
Se olvida comúnmente que el nombre Carpetania deriva del griego
(xapnutavoí o Kapn~rnoQ, que a su vez es una traducción del feni-
cio o cartaginés, ya que al fin y al cabo son éstos los que primero toma-
ron contacto con los carpetanos. El nombre ha sido explicado como
derivado de karra, piedra, palabra de base mediterránea junto al -be
vasco: «debajo de», englobado dentro del grupo indoeuropeo peninsu-
lar 29~ En esta hipótesis está implícita la asunción de que carpetanos es
el nombre que los indígenas se daban a ellos mismos, y por ello se
intenta explicar desde su propia lengua, algo difícil de probar. Mucho
más natural es suponer, por el contrario, que la mayor parte de los gen-
tilicios que han llegado a nosotros se deban a las lenguas de quienes pri-
mero escribieron sobre ellos; como algún autor clásico afirma: la mayo-
ría de los nombres geográficos en uso son de origen griego... (Estr. III,
4,19).
En púnico, el radical Kart (qrt) se traduce por ciudad: Kart-Hadtha,
Cartago, Kart-Iuba, Córdoba. La raíz púnica kardt- se puede traducir por
ciudad, como término derivado de muro, pared, y hace referencia espe-
cialmente a la ciudad amurallada, comparable al griego karta-, término
similar al tan conocido latín castra, que derivó en nuestro cast-illo, cast-
elí, cast-ello, o el árabe kasar o kalaó. Esta raíz podría explicar la de otros
nombres de ciudades como kart-ala, kert-ima, kart-eia o kart-mo. Sin
mucho esfuerzo se puede derivar Karpe, del púnico kart-p, pues al fin y
al cabo a ellos se deben las primeras noticias sobre los carpetanos, de las
que los griegos tomarán el nombre.
En púnico Kart-p es el griego Kalpe o peñón de Gibraltar y también
el peñón de Ifach. Esta es la base del nombre Kart-p-q)anos, y probable-
mente el significado sea similar, en el sentido de mucha elevación y pro-
nunciada pendiente..., que Estrabón refiere para el monte de Calpe (LII,
1.7). De este modo, los carpetanos serían el pueblo que habita en los
peñones, o con más propiedad, en los lugares «de poca elevación pero
fuerte pendiente», más conocidos como taludes o «frentes de escarpe».
29 J.C. Tovar. 1989, Op. cit. n.0 12, p. 96.

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Lo Carpetania romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnia, nación... 195
En griego arcaico existe una denominación específica de fuertes con-
notaciones militares, que caracteriza los establecimientos rodeados de
murallas. Se trata de la raíz ~rroX de la que derivará el término clásico de
nó>.to. En su acepción más antigua se refiere propiamente a la «acrópo-
lis», la fortaleza, que se traduce por «roca», o mejor «peñón» 30,
En antiguo romance, existía la voz Quer para designar un Peñón o
«roca», que ha dado nombres de pueblos como «Quero» y específica-
mente, de «peñones» como el de Toledo (reflejado en el topónimo «ante-
queruelas»). Car-gar es frecuente en el comienzo de nombres y ciudades
antiguas, siempre con la idea de altura asociada 31,
La palabra: es-carpe, habría llegado a nosotros de forma literal, con
la adición del prefijo es- de hábito muy común en esta zona donde a las
tijeras se las llama «es-tijeras» y a tirar se dice «estirar». En la toponimia
actual todavía se conserva la voz carpio para designar un pequeño pro-
montorio o escarpe, a menudo cerca de una corriente de agua.
La afirmación no es gratuita ya que estos kardt-p o escarpes son
aquellos frentes de escarpe de los páramos de las Alcarrias y las mesas
como la de Chinchón o de Ocaña, donde se suelen ubicar los poblados del
Hierro 1132, como genialmente intuyera Caro Baroja, en el párrafo antes
citado: Muchas de las ciudades carpetanas se hallaban asentadas en ris-
cos y escarpaduras.
Por tanto, los carpetanos, serían los que habitan en los taludes, cuestas
o frentes de escarpe, próximos al valle medio del río Tajo. Al menos esa
parece ser la denominación que hicieron los cartagineses de unas gentes
de las que nada se dice, por otra parte, sobre su organización social o poíí-
tica, de los lazos que unían (si los había), a las distintas ciudades de este
territorio.
4. Si la Carpetania es una comarca o región geográfica, mal conoci-
da, como toda Hispania excepto quizás la costa mediterránea, ¿qué refle-
jan entonces las fuentes con sus listas de ciudades?
No es extraño que muchas de las ciudades mencionadas en los textos
relativos a la conquista no vuelvan a ser citadas, ya sea porque desapare-
cen en favor de otras nuevas, como parece ser el caso de la Contrebia
Karpica, o de «los carpetanos» (Livio XL, 30.34) en favor de Sego-
30 A. Mele. «Elementos formativos de los ƒethne„ griegos y disposiciones polftico-
sociales. En R. Bianchi Bandinelli (Dir.) Historia y civilización de los Griegos. Barcelo-
na, 1982, Vol. 1, p. 51 y ss.
3‚ G. de Humboldt Los primitivos habitantes de España. Madrid, 1879.
22 D. Urbina, M. Op. cit. n.0 19.

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196 Dionisio Urbina Martínez
briga 33, o bien porque eran muy pequeñas como Dipo o Aebura, y en los
escritos postenores sólo se mencionaran las que se convirtieron en ciu-
dades señeras, como Toledo, que no cambió de nombre o Consuegra que
silo hizo 3‚~. Pero no se acaba de comprender la intención o exhaustividad
de las listas de Plinio, ya que se desconoce la representatividad de las ciu-
dades que menciona sobre el universo de las existentes, su jerarquía u
otro orden al que pudieran responden Plinio apenas cita más que el nom-
bre escueto de ciudades de unas 20 Has., como Augustobriga o Caesaro-
briga, por lo que es de suponer que muchas otras ciudades están ausentes
de su Historia Natural.
La obra de Ptolomeo se configura más como un todo, como la lista
completa de las ciudades señeras de cada región, de hecho, los esfuerzos
por la correcta ubicación de las ciudades de sus listas, culminan con la deli-
mitación de los territorios que individualmente expresan estas urbes ~.
Estos esfuerzos repetidos en numerosos trabajos a lo largo de los años, con-
trastan con la falta de análisis sobre el carácter de las ciudades ptolemaicas,
el papel de esas ciudades en los sistemas de poblamiento romanos. Sólo a
veces se recogen escuetas reseñas: Ptolomey outlines tite features mentio-
ned as including tite larger cities or towns, mountain ranges end the chief
rivers. Here sorne sort of symbolic representation seems to be implied 36,
A modo de experimento, hemos ideado un sistema simple de repre-
sentación espacial de las ciudades de Ptolomeo. Se han dispuesto las iden-
tificaciones tradicionales y las de Montero (‘0) sobre un simple eje de
coordenadas, que es una simplificación del complejo sistema ptolemaico
de representación por medio de paralelos y coordenadas terrestres. Antes
que la precisa ubicación matemática de cada ciudad en su punto geográfi-
co, se busca una imagen de conjunto sobre el plano. Se ha añadido un cír-
culo de 5 km. de radio en torno a las ciudades a fin de obtener una figura
que resulte familiar a aquellas que habitualmente se emplean en los estu-
dios de arqueología espacial. Como se puede observar, el modelo de dis-
tribución es absolutamente irregular en ambos casos, (Fig. 1).
~ P. Mena et al.. «La ciudad de Fosos de Bayona. (Huete-Cuenca): Datos de las dos
últimas campafias de excavación». ¡ Cong. fly de Castilla-La Mancha. Ciudad Real,
1998 y L. Villaronga. «La qúestió de les seques de konterbia karbika i de Segobriga».
Ampurias 48-50, 1986-88. Recientemente M. E García y Bellido. «Sobre la localización
de Segobrix y las monedas del yacimiento de Clunia». AEspA, 67, 1994.
~ƒ Aunque el nombre romano de Consabura nos parece la latinización de una Aebu-
ra indígena a lo que se le añadió la raíz romana Cons-.
~ J. Montero Vitores. Op. cit, n.0 13. p. líO-II.
36 O.A. Dilke. Greek and roman maps. Londres, 1985, p. 7.

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La Carpetania romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnia, nación... 197
Figura 1

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198 Dionisio Urbina Martínez
Debemos ahora proceder de igual forma con las ciudades romanas
más importantes conocidas a través de la arqueología a fin de comprobar
el parecido de su distribución espacial con las urbes de las listas de Pto-
lomeo. Incluiríamos sin lugar a dudas las ciudades de Segobriga, Com-
plutum, Consabura, Toleto, y en sus alrededores las de Segobia, Segon-
ha, Ercavica, Valeria o Termancia. Ahora el resultado es muy diferente,
ya que ¡a figura obtenida es de una gran regularidad, se trata de un mode-
lo jerárquico con núcleos de población que articulan un territorio en tomo
a 50-60 km de 0, matizado por las condiciones geográficas locales, que
se puede considerar como típico del mundo romano, ya constatado en
diversos lugares del Imperio y derivado de la aplicación de las teorías del
Lugar Central o las K de Christaller sobre un modelo de poblamiento,
como el romano, con un sistema comercial desarrollado ~, (Fig. 2).
Sirve de paso este método como modelo predictivo en el que encaja
perfectamente como núcleo jerárquico la ciudad romana de Ocaña o
Ciruelos 38, al igual que debe existir otra en tomo a Campo de Criptana o
Alcázar de San Juan, y aún otra en los alrededores de Villaviciosa de
Odón, junto al río Guadarrama.
La disposición espacial de los núcleos carpetanos de Ptolomeo aleja
toda posibilidad de considerarlos como las ciudades más importantes de
esta comarca o distrito. ¿Qué son entonces?.
Curiosamente, el esquema de Montero, más aun que las atribucio-
nes tradicionales (fig. la), manifiesta una tendencia sospechosamente
lineal en la disposición de varias de sus ciudades, hasta el punto de que
podemos considerar sin mucha dificultad los listados del famoso astró-
nomo alejandrino como verdaderos itinera picta, en el mismo sentido
que lo son las Tablas de Peutinger para los listados del Anónimo de
Rávena, o los primeros mapas de la Edad Moderna, como la Nova Cas-
tilbe Descriptio.
No es la primera vez que las listas de Ptolomeo se equiparan con iti-
nerarios, algo, que bien pensado, resulta lógico, si se tiene en cuenta que
los itinerarios eran los repertorios de lugares o mapas que estaban más a
mano (quizá los únicos) en el mundo romano. El mapa en sentido con-
temporáneo, como una representación de los accidentes geográficos y
~ Un ejemplo entre muchos G. Barker y .1. Lloyd. Roman Londscapes. An Archae-
ological Survey in the Mediterranean Region. Londres, 1991. Un trabajo pionero es el de
1. Hodder. «Locational models and the study of Romano-British settlement». En D.L.
Clarke. Models in Archaeology. Londres, 1972. 38 D. Urbina, M. Op. cit. n.0 19.

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La Carpetania romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnia, nación... 199
Figura 2
lugares, es en realidad muy moderno, de hecho todavía hoy una gran
parte de la población rural no sabe leerlo. Los itineraros de caminos ha
sido las únicas obras geográficas difundidas hasta que se inicie la repre-
sentación cartográfica moderna. Itinerarios de caminos son todos los
repertorios del siglo XVI y posteriores, de Villuga, Meneses, o Portoca-
rrero, e itinera picta las representaciones cartográficas que añadían cos-
tas y montañas a estos repertorios. La situación no podía ser muy dife-
rente en el Imperio Romano. A ellos echaría mano Ptolomeo para ilustrar
su sistema geométrico de representación terrestre, que era lo que real-
mente preocupaba al estrónomo alejandrino.
La mayoría de las ciudades mencionadas por Ptolomeo no se corres-
ponderían, por tanto, ni con grandes urbes romanas, ni con antiguas ciu-
dades indígenas ya que se trata de pequeñas mansiones o ventas en los

Page No 18

200 Dionisio Urbina Martínez
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Figura 3

Page No 19

La Carpetanio romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnio, nación... 201
caminos, junto con aquellas otras más conocidas que también eran pun-
tos de referencia en el sistema de calzadas romano, como Toledo, Com-
pluto o Titulcia. De hecho, son fácilmente reconocibles en Carpetania el
itinerario 25 de Antonino de Mérida a Zaragoza y una vía paralela al
Antonino n.0 30 de Laminio a Toledo. Se descubre otro camino de Lami-
nio hacia Termida, asimilable al que en la Tabla de Peutinger iba de
Laminio a Complutum por Lebinosa, Saltigi, Puteis, Sigobriga y Caraca,
o quizá el Antonino n.0 31 de Laminio a Zaragoza, (Fig. 3).
5. Para muchos investigadores los testimonios de las «gentilidades»,
interpretados por medio de los genitivos de plural de las inscripciones lati-
nas, fue un gran hallazgo que obtuvo el merecido eco en lo orientación de
los estudios de la época, pues no en vano se creía estar ante el eslabón más
bajo, la base de la organización social indígena prerromana ~.
Entidades de parentesco menores, estas «unidades organizativas indí-
genas» o células primarias de la sociedad, venían a complementar el
modelo social estructurado en función del parentesco, como explicación
general de las sociedades prerromanas indoeuropeas, a la manera que se
ha supuesto lo hacen la gens romana y el yévoa griego.
Este esquema fue desarrollado a fines del siglo pasado 4O~ Un . . .lazo
inextricable familia-religión-propiedad se trasladó luego a una unidad
de parentesco más amplia, a la gens, y por último al estado más primiti-
yo. Para Fustel, la sucesión familia-gens-estado es, claramente, una
sucesión histórica, no meramente conceptual;... Fustel, junto con Maine
y Morgan, trabajando los tres independientemente, en los días felices del
evolucionismo social, dieron al parentesco el papel central del que goza
hasta el día de hoy en la antropología social41.
El éxito del modelo hacía que la identidad de grupos como los carpeta-
nos con una etnia prerromana fuera siempre ampliamente aceptada, inclu-
so cuando: Una gens puede estar a caballo entre dos Conventus; es el caso
de los carpetanos (comprendidos casi todos en el Conventus de Carta ge-
na); pero Complutum, una de sus ciudades, esta en el Caesaraugustano 42,
3~ M.‚ L. Albertos Firmat. «Organizaciones suprafamiliares en la Hispania Anti-
gua». Studia Archaeológica, 37, Valladolid, 1975. M.C. González Rodríguez. Las unida-
des organizativas indígenas del área indoeuropea de Hispania. Anejo Veleia 2. Vitoria,
1986.
~ Especialmente por L.H. Morgan. Ancient Society. New York, 1877, con el prece-
dente de N.D. Fustel de Coulanges. La cité ontique. Paris, 1864.
41 MI. Finley. La Grecia antigua. Economía y sociedad. Barcelona, 1984. Cap. 1.
La ciudad antigua: desde Fustel de Coulanges a Max Weber y más allá, p. 42 y 43.
42 E Fuidio. Op. cit. n.0 1, p. 42.

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202 Dionisio Urbina Martínez
Aún en nuestros días el modelo «étnico» aparece con toda su fuerza.
En una de las últimas formulaciones sobre el mundo ibero tardío se dice:
hacia esa fecha (siglo III a.n.e.) volvemos a encontrar la reconstrucción
de nuevas etnias que, sin embargo y a pesar de su inicial pujanza, verán
truncado su desarrollo con la conquista del territorio por Roma ~. Se
trata de una construcción sobre la base de la existencia de un «proyecto
étnico-político», articulada ideológicamente en tomo al relanzamiento de
santuarios y recintos religiosos. Esta hipótesis retorna posturas antiguas
sobre la expansión de ciertos pueblos prerromanos sobre otros, como los
oretanos sobre Cástulo o los bastetanos sobre Turdetania ~.
Ya hace tiempo que Finley llamara la atención sobre un trabajo del
año 1976 que había pasado sin apenas trascendencia. En él se defendía
que genos, phyle y fratría no eran grupos de parentesco, el lugar de la
familia estaba esencialmente desconectado y era independiente de
genos, phyle y fratría.... En la concepción tradicional se hacía evolu-
cionar la tribu hacia la ciudad-estado pasando por el desarrollo de una
sociedad de parentesco a otra territorial. Hasta que se estableció la
diferenciación entre genos, phyle y fratria y los grupos de parentesco,
en cuanto creaciones políticas de pseudo parentesco, negando la base
de la existencia de una organización tribal anterior a la ciudad, ni de
un genos como clan o grupo de linaje o tronco de una gran familia
patriarcal, es decir, no se atestiguan grupos de parentesco organizados
formalmente ~
La base social fue siempre la familia, el oikos, la hospitalidad, el veci-
naje, el matrimonio, son los lazos que crean los vínculos sociales. Phylai
y tribu son parte de la poleis o el populus. .. les tribus ne semblent pas
étre les héritiéres d‚anciennes «divisions» préciviques, elles apparaissent
ua contraire comme des «parties» constitutives de la «polis» elle-
méme 46 Ni los demos ni las tribus son divisiones territoriales. La guerra
y la paz, la propiedad de la tierra, el derecho, son atribuciones de la ciu-
dad no de la unidad organizativa, cuyas facultades en realidad no son
conocidas, …si es que las tuvo….
~ A. Ruiz y M. Molinos. Los iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico.
Barcelona, 1993, p. 248.
44 Ibidem, cap. 6, p. 240 y Ss. Estas expansiones las defendió J.M8 Blázquez en
«Expansión celtibera en Carpetania, Bética, Levante». Celticum III. Actes du II Colloque
International dEtudes Gauloises, Celtiques et Protoceltiques. OGAM, 79-81, 1962.
 D. Roussel. Tribu et Cité. Paris. 1976. Cf. P. Gauthier. Comptes rendus, Revue
Historique, 526, 1978.2.
46 Ibidem, p. 527.

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La Carpetania romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnia, nación... 203
Este debate llegó con algunos años de desfase a nuestro país, donde
actualmente la interpretación clásica de la gens está siendo objeto de
tímidas, aunque profundas, revisiones. . . .gens no es una forma de orga-
nización social ni política determinada, sino que designa a grupos vin-
culados por caracteres que los diferencian de los demás: dioses, plantas,
hombres, etc. que un pueblo aparezca en las fuentes como gens no supo-
ne necesariamente que haya de tener una entidad diferenciada ~
La gens se articula en la unión del individuo como tal (ya sea con
lazos de parentesco o no), lo importante es que los antiguos (griegos y
romanos) creían que el parentesco era el vínculo más fuerte y primitivo
de la sociedad y esa idea influyó en los estudios de finales del siglo xix ~
Lo esencial a la gens es que pueda ser diferenciada como grupo en si,
aunque existan diversos niveles de gentes, y sea en realidad un concepto
amplio y abstracto. Los rasgos comunes de cada gens son diferentes y
presentan un desarrollo histórico, por lo que es necesario tratar a cada
grupo por separado. Los conceptos políticos y territoriales no tienen por-
qué estar incluidos en la gens ni tampoco ésta los excluye, aunque la
cohesión es mayor al compartir un territorio o formar un grupo político.
Entre la evidencia epigráfica y el «esquema gentilicio» . ..media un
evidente salto en el vacío que sólo ha sido posible dar mediante el recur-
so a un modelo teórico, el elaborado por Morgan, cuya impropiedad en
el ámbito indoeuropeo hispano es evidente ~.
Tanto el examen de las sociedades primitivas modernas como de las
clásicas demuestra que,junto al parentesco, operan también los factores
territoriales, políticos, religiosos, económicos o bélicos y que, al menos
en el ámbito mediterráneo ya sea griego, romano, celta o germano, la
existencia de una «organización gentilicia» como la que definió Morgan
no es sino un espejismo historiográfico 50,
Ante estas críticas, los propios defensores de las organizaciones gen-
tilicias se han visto obligados a: ...no considerar a estas organizaciones
47 0. Pereira Menaut. «Aproximación crítica al estudio de etnogénesis: la experien-
cia de Callaecia». Paleoetnologla de la Península Ibérica. 1989, Complutum 2-3,
Madrid, 1993, n.0 3.
48 P. Rodríguez Ádvarez. [1993] «Sobre las gentes de Hispania». En J, Untermann y
F. Villar (Eds). Lengua y Cultura en la Hispania Prerromana. V Coloquio sobre lenguas
y culturas prerromanas en la Península Ibérica. Salamanca, 1993.
~ F. Beltrán Lloris. «Un espejismo historiográf‚tco. Las ƒorganizaciones gentilicias„
hispanas». 0. Pereira Menaut, (Ed). Actas ¡ Congreso Peninsular de Historia Antigua.
Santiago de Compostela. Vol II, 1988, p 229.
~ Ibidem, p. 326.

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204 Dionisio Urbina Martínez
como organizaciones gentilicias, tal y como se entendía hasta no hace
mucho siguiendo el esquema elaborado por Morgan, sino hablar de dos
estructuras o categorías históricas distintas y no intercambiables, una
política, la «civitas», y otra de tipo no político, sino consanguíneo (real
o ficticio)51. Porque se desconoce el carácter de los grupos atestiguados
en las inscripciones, que no regulan ni actividades económicas, ni jurídi-
cas, ni administrativas, etc. Nada permite suponer que el parentesco
constituye-a un elemento esencial de cohesión a escala comunitaria,
política o pública. . .
Todos estos factores, junto a una experiencia etnológica han llevado a
M. Almagro a pensar que las «gentilidades» pudieron funcionar como lo
hacen los apodos en el mundo rural tradicional, es decir, formas especia-
les de denominación sin un refrendo político, económico o legislativo ~
Esta opinión es probable que merezca el descrédito de numerosos
autores y, sin embargo, nada más parecido a esos grupos que «no regulan
ni actividades económicas, ni jurídicas, ni administrativas», que los apo-
dos de las comunidades rurales. Porque en ellas el apodo es algo más que
un simple adjetivo o un nombre; las personas se conocen por los apodos,
los apodos designan a las familias y las cualidades aparejadas a esas
familias, que constituyen una parte importante de las relaciones sociales
dentro de la comunidad. Una persona para decir su ascendencia mencio-
nará siempre su apodo, se reconocerá miembro de tal o cual grupo nom-
brado por un apodo, y así lo escribirá en los votos hechos a sus santos y
en la lápida de su tumba: yo soy Juan, hijo de Pedro, de los Matagatos,
y cada uno estará encuadrado en su comunidad de cara a los demás según
su apodo, su familia. Pero los apodos no tienen validez legal, no se iden-
tifican con actividades concretas, comparten el mismo apodo los miem-
bros de una familia entendida ésta en sentido amplio, pero se accede a
ellos tanto por consanguineidad como por matrimonio o adopción, lo cual
tampoco es óbice para que existan enemistades ancestrales entre miem-
bros de la misma familia o que comparten el mismo apodo.
las fuentes clásicas, donde conocemos a las etnias cuya génesis es-
tudiamos, nos pueden ofrecer un panorama totalmente moderno, revelador
5‚ MC. González y 1. Samos, (Eds.) Las estructuras sociales indígenas del Norte de
la Península Ibérica. Revisiones de Historia Antigua, 1. Vitoria, 1994, p. 3.
52 F. Beltrán Lloris, Op. cit. n.0 40, p. 215-16.
~ M. Almagro Gorbea. «Urbanismo de la Hispania céltica: Castros y oppida». En
M. Almagro y A. M Martín. Castros y Oppida en Extremadura. Complutum, Extra, 4,
Madrid, 1994.

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La Carpetania romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnia, nación... 205
ya de la acción de los romanos, no derivado de la dinámica interna de
aquellos pueblos. Los Callaeci son un etnia creada por los romanos.
Antes, no existe. . . son los romanos los que dan nombre, forma y estruc-
tura a toda esa región que, a partir de entonces, va a llamarse Callaecia.
Es la inventio...
Rut where the Romans did play a major rOle in creating a Roman
provincial landscape was the way in which theyforced the inhabitants
of Lusitania to look at, and think about, the world around them in
radically new ways. .Thus the «Lusitanians», «Vettones», «Celtici»,
«Vaccaei» and so on were in large part a Creco-Roman geographical
construct55
Al margen de una crítica general del modelo de Ruiz y Molinos, que
ni pretendemos ni viene al caso, si queremos llamar la atención sobre los
enunciados: «proyecto étnico-polftico» y «reconstrucción de nuevas
etnias», cuyo significado concreto no se especifica en ninguna parte, a
pesar de ser la base sobre la que descansan las hipótesis posteriores.
Las «entidades» mencionadas en las fuentes tanto pueden ser el adje-
tivo de una comarca: arevacos del río Areva, como de una cualidad: ba-
leares de honderos, o los habitantes de una ciudad: toledanos de Toledo,
que a veces se pretende extensiva a todo un grupo: oretanos de Oria. El
problema reside en que no sabemos qué modelo aplicar en cada caso, ni
las fuentes añaden datos al respecto. Los términos «pueblo», «nación»,
«tribu» o «etnia» son traducciones de otros términos latinos o griegos
cuya correcta interpretación se escapa. Los celtiberos se dice que forman
un pueblo dividido a su vez en varias tribus. Una de estas tribus es la de
los arévacos, compuesta por 6 ciudades que en tiempos romanos eran:
Segontia, Uxama, Segovia, Nova Augusta, Termes y Clunia (Plinio III, 27). Pero, ¿cuál es el grado de cohexión de esas ciudades o las prerro-
manas a las que sustituyeron?, ¿La tribu de los arévecos hay que situarla
al mismo nivel que el grupo de los carpetanos? o, ¿los carpetanos se equi-
pararían a los celtíberos? y, ¿celtíberos no seria un término genérico de la
misma clase que íberos?
O es que: El término etnia‚... es muy atil aquí precisamente porque
su ambigíi edad nos evita enfrentarnos con una serie de problemas
arduos. Pero por ello mismo es peligroso.. .las fuentes antiguas no nos
ofrecen una información suficiente para poder definir fácilmente cuáles
~4 G. Pereira Menaut, 1989, Op. cit. p. 38.
~ J.G. Edmonson, Op. cit. n.0 23, p. 27.

Page No 24

206 Dionisio Urbina Martínez
son las etnias cuya correspondencia con la arqueología quisiéramos
descubrir56
Si los romanos no hubieran dado nombre ni estructura a esas etnias,
los arqueólogos habrían centrado sus esfuerzos en el reconocimiento de
subtipos de la cultura material, mientras que con la noción nunca aclara-
da de etnia todo se ordena y las diferencias e incongruencias se toleran.
Dada la dificultad para decidir cuáles entidades mencionadas por los
autores antiguos son aquellas cuya génesis es relevante históricamente y
pueden tener un trasfondo diferenciado en la arqueología, podemos recu-
rrir a la noción que las propias fuentes tenían de esas entidades, puesto
que si buscamos la arqueología de un pueblo podemos estar haciendo el
camino al revés ~.
En otras palabras, utilizar la arqueología para justificar esquemas o
ideales étnicos que aplicar a discreción a los pueblos antiguos, es algo
que ya fue puesto en práctica desde la arqueología para justificar aberra-
ciones como ciertas demandas del nazismo.
6. Aquí hemos intentado cuestionar un viejo modelo de interpreta-
ción sobre los pueblos de la Hispania prerromana, tomando como ejem-
plo la Carpetania. Mantenemos que las citas de los textos clásicos sobre
los pueblos de la Hispania antigua, suelen ser referencias de carácter
adjetivado, gentilicios derivados de condiciones geográficas, habilidades
especiales u otras cualidades, pero sin connotaciones de orden social o
político.
Las fuentes griegas y latinas no conocían en detalle la Carpetania, ni
tampoco importaba mucho la exactitud, la intención era otra: These
Europeans, afier, alí, were not participant observers. They wrote stories
with themselves as the heroes and the Other as antagonist and back-
ground. They wrote stories for self-justífication and glory; it was not
necessary that they portray the places they went and the people they saw
accurately just that they do it convincingly. Unfortunately for archaeo-
logy, they succeeded ~
Tampoco interesaba a esas frentes la exhaustividad, de hecho, las men-
ciones de lugares se multiplican tras el cambio de Era, porque entonces no
56 0. Pereira Menaut. Op. cit. ~ 39. p. 37.
~ 0. Pereira, Op. cit. p. 42.
58 p~ Galloway. «The Unexamined Habitus. Direct historic analogy and the Archae-
ology of te Text». En J.C. Gardin y Ch. Peebles. Representations in Archaeology. India-
napolis, 1992, p. 193. Cámbiese europeans por romans para que la frase tenga sentido en
el contexto que analizamos.

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La Carpetania romana y los carpetanos indígenas: Tribu, etnia, nación... 207
están hablando de unos «forasteros», de unos «bárbaros», están hablando
de ellos mismos, del mundo romano. Aun así, es difícil encontrar signifi-
cados precisos de términos como Carpetania en el propio contexto romano,
quizá fuera algo similar a lo que representan algunas de las nuevas auto-
nomías españolas, aquellas que se dicen no «históricas», como Castilla-La
Mancha o Madrid, sin ir más lejos: el fruto de una decisión política de un
estado que se enuentra por encima de ellas mismas.
El hecho de que esas fuentes del mundo romano sean las únicas que
poseemos, no justifica que deban ser utilizadas sin más para explicar la
realidad indígena prerromana, un mundo destruido a sangre y fuego y
luego transformado. La Carpetania, como muchas otras regiones, debe
ser, precisamente, el resultado de ese mundo transformado.
Carpetania jamás constituyó algo que hoy podamos traducir por tribu,
pueblo o nación. La atribución de algunos detalles de la cultura material
de una zona, de unos «fósiles guía», como la cerámica «jaspeada» o la
pintada y estampillada, es sin duda «hacer el camino al reves», construir
desde el apriorismo, práctica a todas luces no científica y que ya antes fue
utilizada con escaso provecho histórico, aunque mucho político, porque
abre el camino a la manipulación ideológica.
Manipulación ideológica a la que no es ajena nuestro tiempo, pues la
reciente creación de unas Comunidades Autónomas ha supuesto un cier-
to auge de las reivindicaciones de los pueblos del pasado, que va parejo
de la popularidad de las cuestiones «étnicas». Las demarcaciones territo-
riales de las Comunidades Autonómicas corren el riesgo de convertiirse
en fronteras de hecho de los pueblos antiguos. Las diferencias de las dis-
tintas Consejerías, tanto en medios, como en metodología y objetivos
generales, ayudan todavía más a presentar un panorama diferente que no
se debe a los restos arqueológicos. Los proyectos de prospección de los
que se derivarán los posteriores estudios del poblamiento, se basan sobre
los límites de las Comunidades Autónomas actuales, de modo que pare-
ce natural el hecho de que en cada región política de la España de finales
del siglo XX se descubran concomitancias cuasi exactas con las delimi-
taciones de los grupos o pueblos que se citan en las fuentes. De esta
forma se aporta una «identidad cultural» que sólo es necesaria, y sólo
existe, con y para fines políticos.
Hemos denominado a Carpetania el «país de los escarpes», o mejor
aún el «país de las ciudades en los escarpes», porque las ciudades son
las células verdaderamente significativas de la organización social indí-
gena, no sólo de Hispania, sino de la mayoría del mundo antiguo cono-
cido. Este hecho se trasluce sin esfuerzo en las propias fuentes sobre la

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208 Dionisio Urbina Martínez
conquista de Hispania, donde las decisiones políticas, militares y de toda
índole, son siempre tomadas por ciudades, con independencia del grupo
(pretendido ¿pueblo, tribu, nación?) al que pertenezcan y, a veces, en
contra de otra ciudad de ese supuesto mismo grupo. Son los modos y las
formas de interrelación entre estas ciudades lo que el historiador debe
realmente desentrañar.
«Las ciudades prerromanas lo son en tanto que comunidades políticas
antes que un estricto sentido urbanístico, de ahí que sea difícil rastrearías
por medio de los registros arqueológicos» ~ Y sin duda mucho más labo-
rioso porque exige una ingente cantidad de trabajos de campo, la con-
frontación de muchos datos, de muchos elementos diversos y, en muchas
regiones, como es el caso de esta que se dice Carpetania, esa tarea no se
ha comenzado prácticamente. Pero mientras que no existan nuevos tex-
tos para la Hispania anterior a Roma, las respuestas deberán llegar de las
disciplinas afines a la arqueología.
~ E. Beltrán Lloris. «Parentesco y ciudad en la céltica hispana». Dialogues d‚His-
toire Ancienne. 18.2. Paris, 1992, p. 219.

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Características constitucionales del municipio
latino ~
Estela G~CíA FERNÁNDEZ
Universidad Complutense de Madrid
La comunidad de derecho latino es probablemente la categoría ciuda-
dana de mayor versatilidad del mundo romano, pero también la que más
resistencia presenta a una definición clara de sus perfiles jurídicos y cons-
titucionales. Atribuir esta dificultad a una ausencia de información es tan
sólo una verdad a medias. Es cierto que la documentación literaria peca
de cierto laconismo (dice poco y explica menos) pero suministra al
menos el rasgo fundamental que posee toda comunidad latina provincial:
la posibilidad de acceder a la ciudadanía romana tras desempeñar una
magistratura local 2~ A esto hay que sumar una extensa ley, conservada
casi en su totalidad destinada a los municipios latinos de Hispania, cuyo
volumen de información es mayor al contenido en documentos similares
confeccionados para colonias o municipios romanos 3; y por último se
1 Algunas de las cuestiones aquí tratadas fueron expuestas en una comunicación («La
Lex Pompeia de Transpadanis y el origen del municipio latino») presentada en el Sim-
posium Internacional de Epigrafía A.I.E.G.L. «Ciudades privilegiadas en el Occidente
romano: Naturaleza y Evolución, Organización Jurídica y Modelos Urbanos» celebrado
en Sevilla del 25 al 30 de noviembre de 1996.
2 ExpLican sucintamente el contenido de este derecho del Lacio, Asconio in Pis. 3 C,
Estrabón 4,1,120 Apiano 2,26. Otros pasajes tan sólo hablan de la concesión de tal dere-
cho sin mayores precisiones, Tácito Anales 15,32, Plinio NH 3,30; 3, 135; 3,91 o Cice-
rónadAtt. 14,12,1
Pienso en la Ley colonial de Urso (EJER 7) y en los fragmentos supervivientes de
la lev Tarentina (FIRA 118), ftagmentum Atestinum (ibid. 1 20>, fragmento Velciense o
LexRubria (ibid., 19), y TabulaHeracleensis (ibid., 13). Contrastan desde luego sus con-
tenidos por su menor extensión y en ocasiones coherencia respecto a las leyes municipa-
les hispanas más significativas como son la ley de Imi (JRS 76), ley de Salpensa (EJER
8) y ley de Malaca (EJ?ER 9) cuyos contenidos muestran como es sabido una estrecha
correspondencia derivada quizá de su procedencia de un modelo común.
Gerión, n.a 16,1998, Servicio de Publicaciones, Universidad Complutense. Madrid.